Ernesto Ráez Luna, 14-10-08
La yacumama, boa gigante, acecha quieta en el agua pantanosa. Sólo unas burbujitas, de rato en rato, delatan su presencia. Eso y cierta sutil anomalía de la luz sobre el agua bastan para alertar al ojo montaraz. No requerimos tanta sutileza para indicar, por muchos meses y repetidas veces, que algo olía a podrido en la urgencia y poco respeto por la ley con que se definen y comercian lotes de hidrocarburos en el Perú.
Ahora, varias grabaciones hechas públicas demuestran que la sospecha era fundada. Sí había petro-ratas tras tanta seda y tanto casimir; tras toda esa arrogancia con que los funcionarios encargados de administrar nuestros recursos mineros y petroleros tasajean y mercadean trozos de territorio nacional a su buen entender y parecer. A las preocupaciones de comuneros, ambientalistas y sus aliados, ciudadanos todos con absoluto derecho de opinar e intervenir en el destino de lo que es nuestro, la respuesta frecuente, del Presidente García para abajo, han sido injurias y descalificaciones. Los empresarios favorecidos, agremiados en la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía, abogan (cómo no) por la continuación del carnaval. Así blindado, PerúPetro tasajea con pasión la selva y el litoral peruanos, a puertas cerradas, de forma irregular. Tan fuerte es el blindaje, que cayó un gabinete ministerial; pero el Sr. Daniel Saba, en cuyo Directorio estaba el encarcelado Sr. Químper, afirma suelto de huesos que “el tema no amerita todo el escándalo”. ¿Por qué se siente intocable este señor?
Ruedan cabezas; pero la persona que controla directamente los procedimientos que nos llevaron a esto, sigue en sus trece y sigue en su rancho (¡que es nuestro rancho!) Esto es lo verdaderamente inaceptable y lo que debe ver la comisión congresal; no quién habló con quién, sino qué elementos de responsabilidad y transparencia faltan para blindarnos a nosotros de las ratas, y no al revés como ocurre ahora. Se impone un cambio de las actitudes que encubren y hacen pasar por metal de buena ley las pasiones venales de los funcionarios, y que pueden hacer creer a un mayordomo que es dueño del palacio. Porque se demuestra ahora que cuando denunciamos la prisa por mercar nuestros recursos, no estamos promoviendo el Paleolítico, sino la probidad de funcionarios e instituciones. Y lo único logrado con descalificarnos es abonar el crecimiento de hongos venenosos, los cuales seguirán proliferando si la actitud no cambia, si no se acepta que la vigilancia ciudadana friega; pero ayuda a construir una patria mejor y más honesta.
Para que este escándalo sirva de algo, el Sr. Presidente, su flamante Premier y su Ministro de Minas, la propia Sociedad Nacional de Minería y Petróleo deben (1) abrir espacios de diálogo vinculante y decisión transparente con la sociedad civil preocupada por la angurria minera y petrolera; (2) dirigir la política de fomento extractivista hacia cerrar (en lugar de ampliar) la brecha entre pobres y ricos, que es madre de todos los conflictos; y (3) suspender sus campañas de auto-bombo y de descalificación de la ciudadanía vigilante. Para empezar en concreto, menciono dos zonas afines: El sorpresivo Lote 164, en Puno, pegado al Parque Nacional Bahuaja Sonene; y los enclaves mineros de Madre de Dios, donde el Estado –especialmente Minería e Interior—decidió ausentarse y echarle un muerto demasiado grande al emergente Gobierno Regional. Aquí también hay ratas de seda y casimir: Las empresas formales que suministran maquinaria e insumos a actividades sostenidas por el abuso laboral, la evasión tributaria y la trata sexual de menores. Señores empresarios: Qué faenón.
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