lunes, 2 de febrero de 2009

Interculturalidad y cambio climático

Por: Rodrigo Arce (*)

Abordar el desarrollo sostenible considerando de manera explícita, decidida y comprometida el cambio climático como eje transversal nos convoca otra vez a tomar en cuenta la interculturalidad como factor clave de gestión.

La interculturalidad lo podemos identificar en las diferentes dimensiones del cambio climático. Lo primero que debemos reconocer que el cambio climático es un tema que indefectiblemente convoca a todas las disciplinas científicas que por historia y por convicción desarrollan sus propias miradas, sus propios códigos, lenguajes y sentidos. El reconocimiento expreso de esta realidad es importante para poder establecer puentes comunicacionales y de significados. Se requiere un esfuerzo intelectual y emocional deliberado para confluir en propuestas de enfoques y metodologías. Por lo mismo es necesaria una gran dosis de humildad y de respeto para reconocer que la verdad no se esconde en los compartimentos de cada disciplina si no que la verdad es una búsqueda conjunta.

Otro factor de interculturalidad refiere a las diferentes culturales organizacionales que se encuentran en juego en la institucionalidad. De acuerdo a la naturaleza de la organización algunas privilegian algunas dimensiones y otras tratan de ser más holísticas en su accionar. Algunas son extremadamente pegadas al status quo y otras tratan de generar propuestas alternativas con nuevas propuestas, preguntas y sentidos. Mientras en algunas la voz del líder o lideresa es el catecismo que hay que seguir, en otras los líderes promueven el pensamiento creativo, el disenso constructivo. Toda esta realidad es parte del concierto institucional público y privado que se deben mover en sentido de la buena gobernabilidad.

Un elemento central de interculturalidad refiere a las relaciones que se establecen entre los actores respecto a la visión que existe sobre la naturaleza y específicamente sobre el clima. Mientras que para un sector la naturaleza y el clima son concebidos como máquinas o sistemas externas al ser humano, otro sector simplemente no separa la naturaleza, los dioses y los seres humanos, por lo demás categorías de construcción occidental. Esto es especialmente válido para el caso de comunidades de alta convivencia con la naturaleza donde los vientos o las granizadas son personas y por lo tanto dignos de respeto. Aquí la idea no es de controlar o dominar la naturaleza sino convivir con ella. Esta es una constatación fundamental a tener presente en el desarrollo participativo de estrategias de adaptación al cambio climático.

Para algunas instituciones (muchas en verdad) estar mejor preparado para la mitigación y adaptación al cambio climático pasa por conocer mejor el clima y su comportamiento, lo que significa prioridad en la inversión de talentos humanos, infraestructura, equipamiento. Esto es verdad. Todo esto es necesario. Sin embargo, incorporar un enfoque intercultural implica reconocer que hombres y mujeres del ecosistema han desarrollado saberes y reconocen señas que les permiten convivir con el clima. Lamentablemente esta gran energía cultural sufre procesos acelerados de erosión por el valor que le da la sociedad al conocimiento explícito. No obstante, debemos reconocer que no todo está perdido y mucho de este valioso capital intelectual y emocional viene a sumar en el concierto de posibilidades de estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático.

Lo mismo es válido en el tema normativo. Mientras la sociedad mayor pugna por instalar una cultura del Estado de Derecho, sociedades rurales tienen sus propios arreglos locales y formas de resolver sus conflictos. No necesariamente se da una cultura en la que uno tiene que ganar y el otro tiene que perder sino que ambos tienen que salir ganando y tomando en cuenta los intereses de la naturaleza.

Un gran tema tiene que ver finalmente con la concepción de desarrollo y calidad de vida. Mientras un sector privilegia excesivamente los intereses políticos y económicos, otro sector entiende el bienestar como relaciones armoniosas entre los seres humanos y entre éstos y la naturaleza. El gran problema del cambio climático tiene que ver finalmente con las tensiones existentes entre las cosmovisiones. Sin embargo, para ser honestos esta discusión no se da únicamente a nivel de polarización sino que se produce un traslape de aspiraciones e incluso intercambio de roles: algunos pugnando por repetir el modelo de desarrollo que precisamente ha contribuido a exacerbar el cambio climático y otros por regresar a las vivencias bucólicas del mundo rural.

Son estas algunas de las razones que nos llevan a incorporar el tema de la interculturalidad como un factor fundamental en los planes de acción para la mitigación y adaptación al cambio climático. Podemos reconocer la magnitud del reto pero a la vez identificar la oportunidad de mejorar el entendimiento humano, nuestras formas de sentir y vivir la democracia y el buen gobierno. Los problemas que entraña el cambio climático nos atañen a todos por lo que debemos usar lo mejor del talento humano desde la ciudad o el campo para disminuir o retrasar sus efectos.

(*) Ingeniero Forestal. rarcerojas@yahoo.es

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