martes, 16 de marzo de 2010

El Manu o el desastre de la ineptitud
Por: Roger Rumrrill


En el auditorio de la Municipalidad Provincial delCusco, donde se realiza el seminario taller “El desarrollo humano en el Manu: balance de una experiencia y perspectivas de REDD”, organizado por DRIS/ZA-MANU, entre otras instituciones, escucho al alcalde del distrito de Kosñipata, Juan Rodríguez Aquise, describir con un tono de rabia y dramatismo el vía crucis por el que atraviesa su distrito desde la noche de 4 de este mes cuando un catastrófico derrumbe bloqueó más de 40 kilómetros de la carretera que une a Kosñipata con la ciudad del Cusco.

El auditorio que le expresa su solidaridad a Rodríguez cuando éste narra que la población se está quedando sin alimentos y combustible, se contagia de su cólera al saber que ni el gobierno central ni regional han cumplido con ayuda oportuna y, al contrario, sus ofrecimientos del envío de helicópteros por parte del gobierno central y de maquinaria por el lado del gobierno regional han sido sólo promesas incumplidas. De la versión del alcalde Rodríguez sobre el drama de Kosñipata surge una conclusión inevitable, dolorosa y sublevante: peor que la furia de la naturaleza es el desastre de la ineptitud de las autoridades nacionales y regionales y la incurable ineficiencia de la burocracia.

El largo tramo del derrumbe, entre Chocolatal y Chontachacra, es parte de la carretera de “Tres Cruces” a Kosñipata, de 100 kilómetros de longitud y que serpentea y desciende desde 4 mil metros de altura, cruzando el famoso bosque de neblinas, hasta el llano amazónico en Pilcopata, la capital de Kosñipata, el área de amortiguamiento del Parque Nacional del Manu. En la zona afectada por los deslizamientos están localizados hoy en día la mayor parte de los albergues de las empresas turísticas habitualmente hostiles a las directivas y normas de la jefatura del Parque del Manu y a la que han declarado una sañuda guerra de juicios y demandas.

“Necesitamos tractores, compresoras, explosivos y combustible para rehabilitar la carretera por lo menos en una semana”, me dice el alcalde Rodríguez, mientrasdenuncia que pese a que el presidente de la región Cusco ha dado la orden que se movilicen las maquinarias con dirección a Chocolatal y Chontachacra, la burocracia regional permanece quieta e indiferente.

Es posible que en una semana o dos la ruta volverá a ser recorrida por decenas y centenares de vehículos que transportan diariamente decenas y centenares de pasajeros, miles de pies cúbicos de madera, coca y otros productos. Entonces, todo el mundo se olvidará que esta endiablada trocha carrozable que bordea abismos y ríos embravecidos que caen en picada de los Andes necesita no sólo mantenimiento, sino un plan de conservación integral.

Hasta que en el próximo invierno sobrevengan otra vez los derrumbes y las tragedias. La misma historia sin fin en un país que carga sobre sí, como una fatalidad, el atavismo de la imprevisión, la desmemoria y el olvido.

Estoy pensando que si el pionero sueco Ericsson que hizo el trazo de esta ruta volvería a nacer, quizás no podría creer que casi cien años después que él se descolgó de los Andes trocheando la ruta, esta sigue siendo la misma ruta carrozable infernal que conduce al paraíso del Manu.Con razón muchos que la recorrieron y lograron sobrevivir en el retorno, le pusieron “tres cruces” como un estigma a nuestra incultura de la imprevisión.

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