LA SACHAVACA Y EL SHIHUANGO
Por: José Álvarez Alonso (*)
A la distancia se escuchaba un silbido penetrante, incansable, repetido a intervalos regulares. “Es una sachavaca”, me dijo Alfonso Isampa, mi acompañante y guía. “O está en celo, o está llamando al shihuango para que le coma sus garrapatas. Vamos a buscarla”. Le seguí por el bosque, por donde se desplazaba sin hacer casi ruido, hasta que, en un punto, me señaló con el dedo un punto entre la espesura, un poco hacia adelante. Efectivamente, en un pequeño claro estaba echada tranquilamente una enorme sachavaca. Saqué mi grabadora y estuve grabando los silbidos por un rato. Luego, por probar su reacción, reproduje el silbido con la grabadora. El animal se levantó inmediatamente, y luego de escuchar atentamente, se dirigió caminando hacia nosotros. A pocos metros de distancia parece que nos olió, porque se paró, levantó la trompa y comenzó a husmear. Parecía sorprendida de no encontrar a la sachavaca que pensó que estaba en el origen del sonido. Entonces resopló ruidosamente, dio un salto y se alejó trotando. “Parece que no le gustó tu olor, has de bañarte”, bromeó Alfonso.
Volví a reproducir los silbidos con la grabadora, y la sachavaca volvió otra vez a acercarse; esta vez paso caminando por un costado, a una distancia prudencial, observándonos de soslayo, para alejarse definitivamente, convencida de que le habíamos tomado el pelo. Isampa la apuntaba con su retrocarga y hacía el gesto de disparar. “Si se te ocurra”, le repetí por enésima vez. “Era una hembra arrecha. La pobre se quedó con las ganas de su macho”, se rió.
“Sólo en el alto Pucacuro puedes encontrar sachavacas así de mansas, que silban para llamar al shihuango o atraer al macho; en mi comunidad ya no quedan, mucho la hemos cazado. En otras partes son bien mañosas y no silban más que algunas veces en la noche”, comentó mi guía. Por cierto, la grabación del silbido de esta sachavaca salió publicada posteriormente en el CD con las Voces de los Mamíferos de Sudamérica (Emmons & Whintney).
Isampa me contó que las sachavacas suelen tener hartas garrapatas, y para librarse de ellas llaman al sihuango negro con sus silbidos. Cuando ven que se acerca uno, se echan y dejan que con su fuerte pico vaya arrancando tan molestos parásitos. “Las sachavacas maltonas (jóvenes), como no saben el truco, siempre están llenas de garrapatas”, comentó. Entonces me acordé de las garrapatas que le habían subido a mi hermano Jesús ayudando a Enrique Maynas a pishtar el macho joven de sachavaca que había baleado; efectivamente, estaba lleno de garrapatas…
La escena descrita ocurrió hace unos 18 años cerca de la frontera con el Ecuador, en el alto Pucacuro, hoy reserva nacional, una de las zonas donde todavía queda una buena densidad de éste y otros animales vulnerables a la caza. El tapir o sachavaca tiene una baja densidad poblacional y una tasa reproductiva también muy baja (pare apenas una cría cada tres años), por lo que no soporta bien la presión de caza. Como consecuencia, y debido a la cacería indiscriminada, esta especie ha sido extirpada de la mayor parte de las zonas accesibles en Loreto. Solamente quedan poblaciones sanas dentro de algunas áreas protegidas como Pacaya-Samiria, Güeppí y Pucacuro, y en zonas muy remotas, como el río Yaguas, el alto Algodón, y pocos más.
Varios grupos indígenas declinaban en el pasado comer carne de tapir porque supuestamente producía erupciones en la piel, una creencia que quizás funcionaba como un control cultural para evitar la sobre explotación de un animal tan vulnerable a la caza, y tan importante para la salud del bosque (es uno de los mayores dispersores de semillas de la Amazonía). Hoy, lamentablemente, estas creencias han sido olvidadas y, aunque hay gente que no gusta de comer la carne de sachavaca (ciertamente, de fuerte sabor y muy pesada de digerir), la cazan para vender su carne a los comerciantes. Actualmente el tapir es una especie protegida, cuya caza y comercialización están prohibidas (está categorizada en situación vulnerable; Decreto Supremo 034-2004-AG). Sin embargo, su carne se sigue vendiendo a la luz pública en los mercados de Iquitos y otras ciudades amazónicas.
De acuerdo con los estudios realizados en los bosques de Loreto por Richard Bodmer y su equipo, para garantizar la sostenibilidad de la caza de tapires en una zona determinada (por ejemplo, el territorio de una comunidad) se tendría que proteger al menos un 63% del área de caza. Las huaganas y algunos primates grandes también necesitan grandes territorios “intactos” para mantener poblaciones viables. Hoy por hoy, sólo las comunidades en la zona de influencia de las áreas de conservación regional y algunas áreas protegidas grandes están en esta situación; la mayoría de las comunidades amazónicas han sobre explotado las poblaciones de sachavaca y de algunos otros animales grandes vulnerables a la caza, como monos grandes, paujil, pava, armadillo gigante o yangunturo y guacamayos, entre otros. La función de las áreas protegidas es, por eso, importantísima: funcionan como una zona “fuente” donde se conservan poblaciones saludables de animales, y de donde fluyen los excedentes hacia las zonas donde la gente practica la caza. El modelo, llamado “fuente-sumidero”, es el único que funciona para garantizar la sostenibilidad del aprovechamiento de caza en los bosques amazónicos.
El Gobierno Regional de Loreto, con apoyo del IIAP y de organizaciones internacionales de cooperación, está promoviendo la creación de áreas de conservación regional para proteger justamente las “zonas fuente” de recursos de las comunidades locales, para garantizar la sostenibilidad del aprovechamiento de fauna silvestre, peces y otros recursos forestales y acuáticos que son la base de su economía. El área de conservación regional Comunal Tamshiyacu-Tahuayo, la primera creada en Loreto hace cuatro años (aunque funciona de facto desde hace más de una década) se ha convertido en un modelo mundial de gestión sostenible de fauna silvestre: gracias a las medidas de manejo aplicadas por las comunidades, en esta área las poblaciones de animales grandes se han recuperado hasta alcanzar casi la capacidad de carga del ecosistema, de forma tal que la gente ahora pueden cazar mucho más que lo que cazaba antes, cuando el recurso estaba sobre explotado.
El Gobierno Regional aprobó el 2010 una ordenanza regional que protege todas las cabeceras de cuenca de Loreto, una medida visionaria que ayudará a preservar más de dos millones de hectáreas de bosques pristinos en Loreto como zonas fuente para garantizar la provisión de agua, de fauna y flora silvestres, así como los procesos ecológicos que mantienen saludables los ecosistemas; esta medida ayudará sin duda a garantizar la provisión sostenible recursos y servicios ambientales para beneficio de la población. En estas zonas de cabecera las comunidades locales podrán aprovechar los recursos de fauna y flora, pero sin alterar gravemente la cobertura vegetal, ni los cauces de agua ni la superficie del suelo. Loreto está liderando así en el Perú una visión de desarrollo sostenible, con enfoque ecosistémico, del territorio amazónico.
(*) Biólogo, Investigador del IIAP
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