Por: Ernesto Ráez Luna (*)
En las intensas semanas finales de su segundo mandato presidencial, Alan García celebró Machu Picchu con los Jaivas y ridiculizó el panteísmo de sus constructores; observó la ley que protegía al Perú del ingreso de semillas transgénicas y aprobó el Plan Nacional de Acción Ambiental. Estas heterogéneas manifestaciones no solo reflejan las contradicciones y el entendimiento desigual de García. Más bien, señalan un momento en que el país entero, extasiado con su crecimiento y urgido por descubrir su camino en el mundo contemporáneo, se revuelca en sus propias paradojas.
En estas circunstancias, el tema ambiental, siempre marginado, se ha convertido en elemento protagónico de los enfrentamientos políticos y del “legado de dilemas” (feliz frase de Ricardo Uceda) que García deja a Ollanta Humala. No hablo de la mediocre politiquería que recoge la prensa, donde lo ambiental brilla por su ausencia, sino de las bregas entre grupos sociales que buscan algún control sobre los recursos naturales y sobre el aparato del Estado. Hablo de Puno y del MOVADEF; de quién abre las minas y quién tumba los bosques. El medio ambiente es una cuestión de Estado.
Ambiente de paradojas
Los conflictos socioambientales podrían empezar a encaminarse mediante la consulta y el ordenamiento territorial, como proponen muchos; pero no pueden solucionarse con esos instrumentos. Lo que está en juego no es solamente el derecho a opinar y la negociación del uso de la tierra, sino una visión de nación mínimamente unificada, gobernable y próspera. En las actuales condiciones, donde el Estado siempre negocia en desventaja, es perfectamente posible que la consulta sea utilizada para atar al Estado y que el ordenamiento territorial desestime criterios técnicos por contentar a grupos de poder. Ni los movimientos populares ni los grupos empresariales ofrecen garantías de un juego “ambientalmente limpio”. El problema es que los dilemas socioambientales, por naturaleza, dejan muy poco margen de juego, porque muy pronto uno se enfrenta a convivencias imposibles. No es posible promover diversidad agrícola y producción orgánica si se decide cultivar transgénicos. No es posible proteger nuestros nevados, nuestras fuentes de agua y nuestros ecosistemas pesqueros si se parcela todo el territorio para extraer minerales e hidrocarburos. No es posible ofrecer energía eléctrica a todo hogar e industria sin afectar algunos ríos y sin emitir gases de efecto invernadero. No es posible gobernar a empresarios contaminadores, mineros ilegales y alcaldes que botan basura en las quebradas sin condenar a alguien a la cárcel.
Cuando García considera “perros del hortelano” a quienes protestamos contra el extractivismo radical, pero promete a las Naciones Unidas que conservaremos 54 millones de hectáreas de bosques, olvida que sin la vigilancia de esos perros será imposible proteger los bosques. Cuando Brack promete reforestar la desolación minera de Madre de Dios y formalizar a los mineros ilegales, olvida respondernos dónde va a trabajar esa gente, si no es en los mismos lugares que promete reforestar.
El legado paradójico de Alan García ha quedado institucionalizado en el Ministerio del Ambiente. Un portafolio concebido para atender la mugre que inevitablemente queda tras ocuparnos de todo lo importante. Un sector obligado a responder por las consecuencias de las acciones irresponsables de los demás sectores, de las empresas y en buena cuenta de todos los peruanos. Si el Estado fuera una casa, el MINAM sería el tacho de la basura y el inodoro. Y el Presidente eligió a Antonio Brack, profesional meritorio, para edificar el sector; le encargó ser el primer Gran Reciclador y Gran Desodorizador de la Nación.
Balances y desbalances
Más allá de los desencuentros consigo mismo, donde el ambientalista sincero sucumbió muchas veces ante el funcionario de un gobierno racista y arrogante, Brack ha cumplido fiel y seriamente con su misión. Realmente, le debemos dar las gracias.
Para empezar, se rodeó de numerosos profesionales honestos y capaces, genuinamente comprometidos. Bien haría el nuevo gobierno en dejar en sus puestos a muchos de ellos. En el MINAM se trabaja a brazo partido; otro sería el Estado si tuviera esa calidad promedio de funcionarios.
En tres años de trabajo ¿qué hizo el MINAM? Una mirada panorámica revela incontables avances formales en demasiados frentes y muy pocos avances reales, en medio de un retroceso generalizado de la calidad y de la gobernabilidad ambiental. Así, el proceso de formulación, consulta pública, negociación inter-sectorial y aprobación de Estándares de Calidad Ambiental (ECA) y Límites Máximos Permisibles (LMP) ha sido débil y poco conocido por la ciudadanía. En junio, solo estaban aprobados los ECA para agua. De los 25 grupos de LMP, solo hay cuatro aprobados: emisiones de las actividades de hidrocarburos, efluentes de las actividades minero-metalúrgicas, efluentes líquidos de fuentes domésticas y emisiones de la industria de harina de pescado. Nada de esto, como sabemos, recibe control efectivo todavía.
El sistema de gestión ambiental necesita construirse y para ello hay que crear y mejorar muchas instancias y normas; pero un enfoque verticalista, centralista y adjetivo ha inspirado demasiado de lo actuado. Aunque se aprobó una Política Nacional del Ambiente, esta carece de “propósitos claros sobre los temas ambientales más complejos e importantes como los que podrían afectar a temas de energía, minería y agricultura o a las grandes infraestructuras públicas” (Marc Dourojeanni). El Plan Nacional de Acción Ambiental 2011-2021 aprobado por el Consejo de Ministros no soluciona nada. Diagnostica la situación ambiental; pero no identifica a los agentes, mecanismos y factores que promueven la erosión ambiental en el Perú. (En varios casos, esos agentes participan del Consejo de Ministros.) Las acciones prioritarias quedan en buenos propósitos, porque en ningún momento se reflexiona sobre cómo debe ser –políticamente hablando– el gobierno ambiental en el Perú. Limitado a mirar las consecuencias sin profundizar en las causas, el Plan ofrece cirugía plástica donde se necesitan revolcones y cuidados intensivos.
El MINAM que tenemos no es el MINAM que queremos; porque no queremos un balde y una escoba, sino justicia ambiental. Todos los componentes y funciones principales del medio ambiente en el Perú, aquellos que afectan la sensación de bienestar, la calidad de vida, la paz social y la productividad de peruanas y peruanos, se encuentran en mal estado (por ejemplo, el aire urbano) o utilizados destructivamente (los suelos agrícolas, las cuencas hidrográficas, el mar, los bosques).
Las principales víctimas de la degradación ambiental son las familias pobres, especialmente los niños, que son irremisiblemente vulnerables a los entornos malsanos y al contenido tóxico del aire, del agua y de los alimentos. ¿Cuántas escuelas en el Perú carecen de áreas verdes y de servicios higiénicos decentes? ¿Cuántos niños aprenden que es su derecho respirar aire limpio, bañarse en ríos sanos y visitar nuestras áreas naturales protegidas? ¿Cuánto mercurio, plomo y pesticidas hay en todas las sangres? La marginación social tiene un cruel rostro ambiental, y ese es el único punto de partida razonable para cualquier gestión ambiental en el Perú.
El MINAM puede dirigir la orquesta para alcanzar justicia y salud ambiental; pero ni puede escribir la partitura ni al mismo tiempo tocar los instrumentos. Problemas álgidos como el envenenamiento de nuestros ríos principales, la minería ilegal y las protestas violentas contra grandes proyectos extractivos no son temas ambientales, sino de seguridad nacional, o más bien, de viabilidad nacional. En todos estos casos, hay quienes medran impunemente a costa de hacerle mucho daño a otros. Estos problemas, que hacen ingobernable al país, deben ser atendidos por el Presidente de la República; no por un Ministro.
Para el resto de retos ambientales, tampoco basta una política sectorial, sino que es necesario un modelo de desarrollo diferente. La tentación más grande del gobierno entrante será instituir un modelo neo-extractivista, combinando una mayor redistribución de la riqueza con la misma exportación salvaje de metales e hidrocarburos que ya conocemos. Bajo una concepción extractivista, de izquierda o de derecha, el sector ambiental siempre será marginal e incómodo.
La profunda corrupción ideológica que domina a Agricultura y a Energía y Minas, los dos sectores más responsables por la degradación ambiental en el Perú, ha llevado al serio error de proponer que el MINAM se encargue de gestionar los recursos naturales. Por ejemplo, como Agricultura promueve el desgobierno forestal, se propone que el MINAM administre los bosques. Pero una economía sostenible no se obtiene aislando los aspectos ambientales de la actividad económica, sino internalizando costos y beneficios ambientales. Una misma política ambiental debe implementarse plenamente en todos los sectores; no sectorizarse. Tres años de evidencia demuestran que el MINAM de un gobierno extractivista será débil y esquizófrenico, no importa qué tenga a cargo.
Aun así, han ocurrido avances importantes. El SERNANP renació fortalecido financieramente, se aprobó numerosas áreas regionales y privadas de conservación, y se declaró la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, un invento (y un reto) extraordinario. Se movilizó participativamente la política nacional de mitigación y adaptación ante el cambio climático. Se libró una batalla inédita contra la minería aurífera ilegal, en ejemplar coordinación con la fuerza pública, estableciendo un precedente importantísimo, a pesar de la inconstancia e inconsistencia de su seguimiento.
Es penoso, no obstante, comprobar que ninguna batalla anunciada o bregada por el Ministro Brack llegó a una conclusión satisfactoria: ni el combustible sin azufre (que tuvimos que importar), ni la prohibición de importar carros de segunda mano y timón cambiado, ni el chatarreo, ni acabar con la basura lanzada a los ríos, ni la derogación de las normas que promueven deforestar para obtener títulos de propiedad, ni la gran conversión de nuestras áreas protegidas en destinos turísticos, ni la exclusión de los cultivos transgénicos, ni la minería aurífera ilegal. El mediático Ministro y su cartera no lograron catalizar la conciencia ciudadana sobre nuestra salud y responsabilidad ambiental, acumular influencia política y quebrar las resistencias retrógadas de los agentes económicos y de los otros sectores de gobierno.
¿Cómo será el MINAM de Humala? ¿Quién será su ministro y escudero? ¿Cuál será su política ambiental? Preguntas sin respuesta; sombrías incertidumbres. El congresista humalista de Madre de Dios preside a los mineros informales. El Presidente electo no suelta prenda respecto al deplorable acuerdo energético entre Perú y Brasil.
Al mismo tiempo, por todos lados, los demás ciudadanos estamos hablando bastante claro: queremos ser partícipes y constructores directos del gobierno ambiental de nuestro país. Queremos ver gestión ambiental en nuestros municipios, queremos proteger nuestros ríos, lagunas y nevados. Queremos que nuestros hijos crezcan sanos. Tenemos el derecho. Más vale que nos oigan.
(*) Biólogo, Investigador del CSA
Artículo publicado en Anti Prensa:
http://www.antiprensa.pe/el-estado-ambiental-en-el-peru-o-sobre-como-perderse-en-varios-bosques/
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