Escribe: José Álvarez Alonso (*)
En estos días en que
todo el mundo habla de caibros, vigas y horcones, con tanto puente y tabladillo
para enfrentar las inundaciones, quizás pocos saben de dónde vienen y cómo son
extraídos estos rectilíneos palos. La mayoría vienen del Nanay, donde la
explotación de madera “redonda” (a diferencia de la madera de árboles maduros,
o madera de “aserrío”) es una actividad tradicional y representa un importante
rubro de ingresos para la población.
Los palos redondos son
de varias calidades. Los mejores son extraídos de los famosos “varillales” o
bosques sobre arena blanca, que aunque raros en la Amazonía peruana, ocupan una
extensión respetable en la cuenca del Nanay (concretamente la margen derecha de
la cuenca baja, en la R. N. Allpahuayo-Mishana, y en algunas zonas de la cuenca
alta, especialmente en el Pintuyacu y en el alto Nanay).
Por razones geológicas
las arenas blancas donde crecen los varillales aparecen como parches
discontinuos: en realidad son playas ‘fósiles’ depositadas hace millones de
años por un antiguo río. Son llamados ‘varillales’ precisamente porque suelen
estar dominados por árboles juveniles, que tienen apariencia de “varillas”. El
récord mundial de tallos arbóreos por hectárea se encuentra precisamente en un
varillal de la Reserva Nacional Allpahuayo-Mishana (más de 8,000 tallos/ha, si
mal no recuerdo). Esta característica es la que favorece la explotación
comercial para materiales de construcción, algo que no ocurre en otras regiones
amazónicas.
En estos varillales
abunda el famoso “aceite caspi” (blanco y negro), una de las mejores maderas
redondas para armazón de techos rústicos: mientras se mantenga protegido del
agua aguanta décadas sin pudrirse ni ser atacado por la polilla ni el comején.
Otras maderas de “primera” que abundan en varillales (aunque algunas también
crecen en otros suelos pobres) son boa caspi, balata, lagarto caspi, remocaspi,
tortuga caspi y quinilla. Debido a la creciente demanda, en los mercados de
Iquitos cada vez hay menos aceite caspi y cada vez más “cualquier caspi”, palos
de segunda y tercera calidad, incluyendo palos de purma como yanavara o
huamansamana, o de tahuampa, que no tienen ni la dureza ni mucho menos la
resistencia al ataque de los insectos del aceite caspi.
Según han demostrado
los recientes estudios del Dr. P. Fine las plantas que viven en los varillales
del Nanay, y especialmente el aceite caspi, han desarrollado un extraordinario
mecanismo para defenderse del ataque de los insectos herbívoros: producen
substancias tóxicas como alcaloides, terpenos y taninos. Estos últimos son los
que dan el color oscuro al agua del Nanay, al ser lavados por las lluvias de
las hojas secas y palos podridos. Huelga decir que en estos ecosistemas hay
montón de especies únicas de plantas y animales, que sólo viven ahí, y entre
ellas algunas especies nuevas para la ciencia, incluyendo la famosa Perlita de
Iquitos (Polioptila clementsi) y otras más.
Me acabo de
reencontrar en la comunidad de Diamante Azul, en el alto Nanay, con un antiguo
amigo, don Francisco Guevara. En el 2003 tuve la oportunidad de observar cómo
aprovechaba los palos redondos de un varillal en la quebrada Paujil, cerca de
la comunidad de Alvarenga, la última del Nanay. Luego de cortarlos los pelaba
en el lugar con el machete, y los dejaba apoyados en otros palos, para que
escurriese la savia y se secasen algo. Pasados unos días comenzaba el
transporte hasta el campamento a través de estrechas trochas practicadas en el
varillal.
En el puerto al borde
de la quebrada aprovechaba un despejo para solearlos, para que boyasen mejor, y
de ahí los llevaba en bote al borde del río, donde armaría la balsa con la que
habría de bajarlos hasta Iquitos. Ver armar una balsa de madera redonda es un
espectáculo: primero construyen, con vigas y soleras sujetas con sogas del
monte, un armazón flotante en cuadrilátero con refuerzos en cruz, para darle
firmeza, y luego comienzan a colocar debajo los caibros, que son amarrados en
haces de 20 o 30; algunas balsas llegan a transportar hasta 2 y 3,000 palos.
Bajar estas balsas al garete también es un arte, por más que el cauce del Nanay
sea bastante manso: deben vigilar constantemente y remar con esos enormes remos
amarrados a largos palos para que la corriente no arroje la balsa contra una
palizada, donde podría quedar atajada, y tendrían que desarmarla y volverla a
armar de nuevo.
En esta visita, uno de
los visitantes le preguntó a don Francisco si hacían reforestación
para que no se acabasen los palos en los varillales. “¿Reforestar? No, las
madres semilleras del varillal son las que reforestan, botan su semilla, y vaya
usted a ver sus plantoncitos como crecen, parece sembrado. Nosotros respetamos
los árboles semilleros (las madres), respetamos a sus hijos pequeños (los
plantones) y dejamos descansar el varillal luego de aprovechar la madera. Sólo
sacamos los árboles bien rectos, los que tienen alguna torcedura o se abren los
dejamos crecer para que den semilla. Vuelves luego de 3 o 4 años y ves de nuevo
el varillal lleno de maderas.”
Confirmo a los
visitantes que el manejo tradicional de los varillales ha demostrado ser
bastante sostenible: muchos de estos bosques han sido explotados intensamente
desde hace más de 50 o 60 años, y siguen produciendo buena cantidad de madera.
La clave está en el respeto a los árboles semilleros, el respeto a la
regeneración natural, y la tala de bajo impacto.
Tanto es así que el
INRENA hace años aprobó el aprovechamiento comercial de madera redonda en
algunos varillales dentro de la Reserva Nacional Allpahuayo – Mishana, único
caso en el Perú (ya que la Ley de Áreas Naturales Protegidas prohíbe
expresamente el aprovechamiento comercial de madera). El argumento fue el
estado saludable de estos bosques luego de décadas de manejo intensivo. Sin
embargo, la industria forestal de Loreto, con todos sus asesores y planes de
manejo, ha extirpado las poblaciones comerciales de las especies más valiosas,
especialmente cedro y caoba. Deberían aprender de las comunidades a manejar el
bosque.
(*) Biólogo, investigador del IIAP
1 comentario:
Mi estimado Pepe, como no recordar esos hermosos bosques, y todo lo que se guarda en ella, sus endemicos y sus rarezas, son unicos y de orgullo nacional. Dios te a puesto alli para hacer entender a los Dizque "tecnicos" lo que representa esta maravilla y como se la debe de cuidar. Tu y Noam son los celosos guardianes que solo ven mellada la labor por algun corrupto que da permisos de intervencion en estas zonas y asi mellan lo que es una area protegida. Estoy orgulloso de ser vuestro amigo y colega en la conservacion de estos habitats y otros a lo largo de nuestra linda patria. Un abrazo.
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