lunes, 9 de enero de 2012

EL MILAGRO DE LAS TARICAYAS
Escribe: José Álvarez Alonso

Mi gran amigo Ítalo Mesones me lo comentó impresionado: “Hacía muchísimos años que no se veían taricayas en la zona de Muyuy. Pero la semana pasada que pasé por la comunidad Dos de Mayo, una señora me comentó que su hijo todos los días agarraba entre 6 y 8 taricayas. No le creí hasta que al día siguiente apareció su hijo temprano con ocho hermosas taricayas, que había levantado de la playa donde habían ido a poner. Son tan abundantes ahora que una taricaya es vendida en la comunidad por 5 ó 6 soles.” 

La playa de Muyuy era famosa hace 200 años porque allí ponían sus huevos miles de charapas y taricayas; este nombre aparece asociado con la cosecha de huevos de charapa en las diversas crónicas de misioneros y viajeros de los siglos XVII al XIX. Esa riqueza, como tantas otras de la Amazonía, fue depredada por la avaricia humana. Hoy no queda probablemente ni el uno por ciento de los quelonios acuáticos que poblaron ríos y cochas en el pasado. La extirpación de las charapas y taricayas no sólo constituye una grave pérdida para el ecosistema de cochas y bosques inundables (ya que son valiosos agentes dispersores de semillas y controladores de vegetación) sino para la población amazónica, porque la carne y los huevos de estos animales constituían una importantísima fuente de alimento. Y, por cierto, también de recursos económicos: no hay que olvidar que el aceite de huevo de charapa fue uno de los primeros productos de exportación de Loreto, junto con la zarzaparrilla, mucho antes de que comenzase la fiebre de la explotación del caucho. 

Hoy las taricayas están volviendo a Muyuy, al bajo Ucayali, al Bajo Marañón y al Amazonas, no por arte de magia o por un milagro de la Madre del Agua, la Yacumama (¡aunque es un milagro que hayan vuelto!), sino gracias al trabajo tesonero de cientos de comuneros miembros de los grupos de manejo de quelonios acuáticos, de guardaparques y de profesionales de la Reserva  Nacional Pacaya – Samiria -RNPS. De hecho, los quelonios que salen hoy a poner en Muyuy son dispersantes de la RNPS, donde son tan abundantes que salen a buscar lugares con más alimento y espacio. 

En los últimos años los grupos de manejo de la RNPS han incubado en playas artificiales y liberado cientos de miles de crías de taricaya (y, en menor medida, de charapa). Hay tanta producción que se permiten el lujo de regalar al IIAP y a otras instituciones algunos miles de huevos con fines educativos, para incubar en playas artificiales de colegios de Iquitos y otras localidades; los ‘charitos’ eclosionados en estas playas son luego liberados en diversos cuerpos de agua para ayudar a recuperar las poblaciones de quelonios.

Como la taricaya es una especie amenazada, para comercializarla se necesita un permiso CITES, el Convenio Internacional que regula el tráfico de especies amenazadas. Todos los años tengo la enorme satisfacción de dar opinión favorable, como experto CITES del Ministerio del Ambiente, a los cupos de exportación de crías de taricaya de los grupos de manejo de la RNPS. No lo dudo ni un momento, a la luz del incontenible incremento anual de nidos incubados y de crías liberadas en la reserva. Sólo entre 1995 y 2010 han sido liberadas en la RNPS 409,420 crías de taricaya. Adicionalmente, cada año los grupos de manejo comercializan legalmente decenas de miles de crías (67,150 en el 2010), y consumen cientos de miles de huevos “no viables”. El correcto manejo ha convertido a la taricaya en una importante fuente de riqueza y alimento para las poblaciones locales.

La experiencia de manejo comunitario de charapas y taricayas en esta reserva representa uno de los mayores éxitos en recuperación de una especie amenazada en Perú, y el mérito se debe principalísimamente a dos actores: el gran naturalista Pekka Soini, quien con escasísimos fondos y entre las críticas de sachaperiodistas y algunos ignaros opuestos a lo que calificaban de “conservacionismo”, fue el iniciador de estas técnicas de incubación artificial, y a los citados los grupos comunitarios de manejo, apoyados por la Jefatura de la Reserva y por algunas ONG. 

Como dice uno de los banners del IIAP sobre la taricaya: ‘Taricaya: de la extinción a la exportación’; gracias de nuevo y por siempre, Pekka Soini.
Sin embargo, no todo son buenas noticias: mientras las comunidades organizadas de la R.N. Pacaya-Samiria y otras áreas protegidas están contribuyendo a la recuperación de las poblaciones de taricaya, fuera de estas áreas casi nadie maneja, la gente se dedica simplemente a extraer. Esto, obviamente, no es sostenible. Si queremos que los lagos y tahuampas de Loreto vuelvan a recuperar su salud y productividad, para beneficio de la gente, debe impulsarse –también fuera de las áreas protegidas- la recuperación y manejo tanto de quelonios acuáticos como de otras especies clave para estos ecosistemas: manatíes, gamitanas, lobos de río, ronsocos, paujiles, pavas, piuríes, monos, guacamayos, etc. 

Actualmente estos ecosistemas están “enfermos”, no producen los bienes y servicios que podrían producir porque faltan muchas de esas especies clave. Por ejemplo, muchas cochas y caños están ccubiertos de vegetación flotante y, por tanto, tienen disminuida su capacidad de producción de peces porque no hay ya manatíes, quelonios acuáticos, ronsocos y gamitanas que controlen y reciclen esta vegetación, permitiendo el paso del sol y del oxígeno y fertilizando las aguas con sus excretas. 

Los bosques, ríos y cochas de Loreto pueden producir muchos más bienes y servicios que ahora, para alimentar a su gente y para generar riqueza de forma sostenible; no necesitamos importar especies foráneas  cuyo cultivo implica la tala de bosques y la contaminación de las aguas. Nada más hace falta que haya un buen manejo de nuestros ricos ecosistemas naturales. La recuperación de las taricayas en la R.N. Pacaya – Samiria y su área de influencia demuestra que en la selva sí son posibles los milagros…

(*) Biólogo, Investigador del IIAP.

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