martes, 10 de enero de 2012

LAS LECCIONES DE UNA CHAMBIRA ASESINADA

Escribe: José Álvarez Alonso (*)

La gente de la comunidad El Chino, en el alto río Tahuayo, estaba furiosa. Los comuneros exigían que se investigase y se castigase al culpable de un abominable crimen… Pero el crimen no había sido contra una persona, sino… contra una palmera: alguien había tumbado una palmera de chambira, y lamentablemente no había testigos del palmericidio. La gente estaba realmente molesta, y en la asamblea comunal se armó, a decir de los mismos pobladores, “un auténtico chongo” para averiguar quién había sido el asesino de la chambira. Sin embargo, en las comunidades rurales no hay secreto que dure un día: bien rápido averiguaron quién fue el asesino, porque el único que ese día había llevado hacha a la chacra había sido José, así que no le quedó más que confesar su culpa. La comunidad decidió imponer al infractor un castigo ejemplar: algunos pedían calabozo, otros una fuerte multa, pero finalmente acordaron que cultivase el campo de fútbol. No creo que al ‘shepleco’ de José se le ocurra talar otra palmera en mucho tiempo. Ahora, además, le tienen bien chequeado cuando sale a la chacra…

La tala de palmeras es algo común en la mayoría de las comunidades amazónicas: cualquiera tumba aguaje, ungurahui, chambira, shebón u otra palmera para cosechar sus frutos o sus hojas, y nadie dice nada. Pero El Chino es diferente: en esta comunidad, desde hace unos años, la gente está ganando un buen dinerito con la chambira, que exportan a Estados Unidos transformada en bellísimas canastas, y por eso cosechan sus hojas jóvenes y sus frutos sosteniblemente, sin talarlas. Las palmeras de chambira significan plata en El Chino, como en el resto de comunidades del área de influencia del área de conservación regional Comunal Tamshiyacu-Tahuayo, y por eso la gente se molesta cuando alguien tala una. Aquí se cumple aquel conocido adagio: la gente cuida lo que le es útil.

Los comuneros han aprendido hace mucho no sólo a reforestar la valiosa palmera, sino a cosechar sus hojas tiernas (que son las que utilizan para tejer sus artesanías) y sus sabrosos frutos sin talarla.  Una vela de palmera da suficiente fibra para una canasta, y cada planta puede producir al año dos velas, lo que quiere decir que salen unos 60 soles por palmera. Un platal, si se considera los bajísimos ingresos de la mayoría de las familias rurales de Loreto, que sobreviven con uno a dos soles al día. 

Las 52 artesanas del río Tahuayo, agrupadas en la microempresa “Mi Esperanza”, el 2010  exportaron a Estados Unidos 3,794 canastas de chambira por valor de 113,820 soles. Vendieron a los turistas locales y en Iquitos otras trescientas canastas, cerca de 10,000 soles adicionales. Cantidades similares produjeron y exportaron las artesanas de las comunidades del alto Nanay y otras cuencas cercanas a las áreas de conservación regional. 

Estas comunidades no sólo están ganando dinero con la conservación “productiva” de sus bosques y cochas: hoy tienen más animales silvestres y peces porque la productividad de sus bosques y cochas se ha recuperado gracias a los planes de manejo adaptativo que implementan desde hace años. También ha disminuido significativamente la tala del bosque: un ejemplo de esto lo constituye la comunidad de Santa Cruz, en el Tahuayo. Esta comunidad se dedicaba tradicionalmente a la elaboración de carbón de leña. En el 2008 se produjeron en esta comunidad 2,730 sacos de carbón, que reportaron a la comunidad unos magros ingresos de 13,650 soles. En el 2009 la producción de carbón se redujo a 1,578 sacos (7,890 soles), y en el 2010 a 1,341 sacos (6,705 soles). Este decrecimiento es inversamente proporcional al incremento de la producción y venta de artesanías de chambira, trabajo por cierto mucho más descansado, rentable y amigable con el ambiente. Los profesionales del PROCREL, que impulsa el modelo de “conservación productiva” en el ACR Comunal Tamshiyacu – Tahuayo, han calculado que por cada artesanía de chambira que se vende se salvan dos árboles medianos (aquí se elabora el carbón con árboles de purma) que de otro modo serían talados para ser convertidos en carbón. La palmera chambira está produciendo, literalmente, una milagrosa y positiva transformación en varias comunidades de Loreto.

Hay artesanas en el Tahuayo (como Doña Érika Caro, presidenta de “Mi Esperanza”) que están ganando entre 1,000 y 1,500 soles mensuales por la venta de canastas de chambira, cuando hace apenas 5 ó 6 años sus ingresos familiares (como en muchas zonas rurales de Loreto) no superaban los 100 a 150 soles mensuales. Sin embargo, he tratado de averiguar por qué no hay más artesanas trabajando la chambira: “Por machismo”, me contestan. Muchos maridos no pueden soportar que sus mujeres sean independientes y ganen más que ellos, y les mezquinan que se dediquen al trabajo de la chambira. Prefieren seguir siendo pobres, pero tener a sus mujeres sumisas y dependientes… Definitivamente, falta mucho que cambiar en la mentalidad loretana para lograr el tan ansiado y esquivo desarrollo sostenible…

¿Cuándo se producirá el milagro de la chambira en otras comunidades y con otras palmeras? Cada año se siguen talando en Loreto decenas de miles de centenarias palmeras, especialmente de aguaje y de ungurahui, para cosechar sus frutos… Manejadas sosteniblemente, estas y otras palmeras podrían producir ingentes recursos, pues son conocidas las extraordinarias propiedades nutritivas y medicinales de sus frutos. Sueño con un día en que cada comunidad amazónica considere un crimen talar una palmera para cosechar su fruta; ese día será un día de abundancia, en el que los bosques, ríos y lagos de Loreto –hoy saqueados y depredados- volverán a proveer con generosidad sus frutos, para felicidad de la gente.

(*) Biólogo, Investigador del IIAP.

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