lunes, 20 de febrero de 2012


LOS CAMALEONES DE DON JOSÉ

Escribe: José Álvarez Alonso (*)

En Loreto los llamamos ‘camaleones de cabeza roja’ o “iguanos de cabeza roja”. Pues ni lo uno ni lo otro: en realidad no existen camaleones en América; estos simpáticos animales de cola prensil, larga lengua protráctil y ojos que se mueven independientemente están restringidos a África y a Madagascar. Y tampoco son iguanas, nombre que corresponde a la Iguana iguana, ese manso reptil vegetariano -con cresta y papada, y aspecto de dinosaurio- que frecuenta las amasisas de las orillas del Amazonas. Nuestros ‘iguanos’ o ‘camaleones’ de cabeza roja en realidad son lagartijas o lagartos terrestres (aunque, en este caso, sus hábitos son bastante acuáticos). Sea como sea que lo llamemos, lo cierto es que nuestro “camaleón” o “iguano”, el Dracaena guianensis, es un animal muy apreciado como mascota en el mercado internacional, en el que es conocido como “caiman lizard”, o lagartija caimán.

Es un reptil bello y fácil de amansar. Para que se reproduzca en cautividad es necesario ponerle nidos de comején vivos, pues si no los huevos no eclosionan. Habita las riberas de los ríos de agua blanca de la Amazonía central. Se alimenta principalmente de caracoles acuáticos (churos), aunque también come peces, cangrejos y otros animales pequeños. Nada con mucha agilidad y le encanta el agua, aunque también sube a los árboles ribereños a solearse, desde donde se arroja en suicidas picadas hacia el agua cuando alguien se le acerca.

Hace unos años el Dracaena llegó a alcanzar precios exorbitantes en el mercado internacional, más de 1000 dólares unidad, lo que provocó una ola de contrabando basada en el saqueo de sus poblaciones naturales, con Iquitos como fuente principal de los animales. Una vez me llegó una consulta desde Australia, donde había llegado un embarque de Dracaenas, preguntándome en mi calidad de experto CITES sobre el origen legal de esos animales. Hoy los precios se han moderado, se ha controlado bastante el comercio ilegal, y existen varios zoocriaderos en Iquitos dedicados a la producción y exportación legal de ésta y otras especies de reptiles.

Mi tocayo Don José Alegría es propietario de uno de ellos. Me habla con fascinación de sus ‘camaleones’, a los que tiene un cariño especial. “Mira”, me dice, “yo saco más plata de las taricayas, tengo un poco más de 200 reproductoras y vendo al año más de 4000 crías, este año 4,500. A seis dólares el charito, echa cuentas. Pero mis camaleones son especiales, son animales muy mansos y bonitos, aunque producen algo menos: cada hembra pone máximo una docena de huevos. El precio, sin embargo, compensa: este año vendí cada cría a 90 dólares, a un importador de Hong Kong. La gente los ama porque dicen que se parecen a dinosaurios pequeños.”

Don José se queja de que los acuaristas malearon el mercado porque comenzaron a exportar animales cazados ilegalmente. También se maleó el negocio de los peces ornamentales, en el que estuvo metido años atrás: hoy la mayoría de los peces más valiosos son reproducidos en Asia, y no necesitan importar animales, muchas veces maltratados, de la Amazonía. El caso más emblemático es del pez disco: hace años era una especie estrella en el negocio de exportación. La avaricia humana casi lo extingue del Nanay, porque los pescadores usaban barbasco para capturar a los peces, y aunque llegaban vivos a los acuarios, terminaban por morir al cabo de un tiempo. Hoy reproducen peces disco en varios países del Sudeste Asiático, y una variedad de diversos colores, sanos y sin el parásito que afecta a los ejemplares extraídos del medio silvestre y limita su capacidad reproductiva. ¿Cuándo aprenderemos de nuestros errores?

Felizmente, a decir de don José, no va a ser fácil que los asiáticos reproduzcan los animales que él exporta ahora: taricaya, ashna charapa, mata mata, y camaleón cabeza roja. “Necesitan ambientes amplios, con agua tibia y alimento amazónico, no creo que consigan reproducir estos animales en cantidad y de forma rentable”, me dice.

Don José piensa ampliar su negocio a los sapitos amazónicos venenosos, los que antes se conocían como Dendrobates (ahora muchos han cambiado de nombre, con géneros como Ranitomeya y Oophaga). Por sus llamativos colores son muy apreciados también en el mercado de mascotas. En Iquitos hay varios productores que reproducen y exportan las especies más coloridas de Loreto y San Martín; el precio promedio de un sapito es de 15 dólares, y aunque cada hembra produce pocos huevos, se reproducen con frecuencia y ocupan poco espacio, por lo que es bastante rentable su cría. “Tengo un amigo en Iquitos que ha exportado más de 15,000 sapitos en los últimos años, ha ganado su buena plata, ahí voy a entrar yo”, me dice.

Don José ahora es gerente de la Municipalidad de Maquía, pero asegura que se metió en ello no por la plata, sino por amor a la tierra de su esposa, que es de allá. “Mira, yo gano muchísimo más con mi negocio de animales, todo legal, ojo. Más bien, a la gente de Maquía, que andan esperando que llueva para sacar su madera, tirar saldo, pagar sus deudas y volverse a endeudar, les digo: vayan y vean mi zoocriadero ‘Quelonio’, en Cabo López (bajo Itaya), vean cómo se puede hacer plata tranquilo, criando y exportando animales. Con la madera van a seguir explotados y pobres toda la vida, y se está acabando.”

(*) biólogo, Investigador del IIAP

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