Por: José Álvarez Alonso
En casi 26 años que vivo en la Amazonía peruana, ésta es la primera vez que presencio una movilización masiva de buena parte de las nacionalidades indígenas amazónicas para enfrentar al Gobierno.
Estamos, probablemente, en los albores de una nueva era del movimiento indígena en Perú, que a diferencia de los de Ecuador y Bolivia, ha sido tradicionalmente callado y de perfil bajo -salvo hechos aislados en reacción a amenazas puntuales, como la contaminación petrolera en el Corrientes-. La victoria histórica de la semana pasada en el Congreso, que acordó por una amplia mayoría derogar los inconsultos D.L. 1015 y 1073 objeto de la protesta, sin duda fortalecerá ese movimiento, al margen de si el Ejecutivo promulgue la ley o no. La organización indígena debería enviarle un ramo de amazónicas heliconias al Gobierno por hacerles el favor de unirles frente a unacausa tan digna…
Si bien puede discutirse la oportunidad o legitimidad de ciertas medidas de fuerza (como cortar carreteras, centrales hidroeléctricas u oleoductos), tan criticadas por los limeñitos sorprendidos por la rebelión de los que califican sin recato de "chunchos", no puedo menos de sentirme solidario por esta lucha, que se enmarca, y así hay queentenderla, en una larga, larguísima historia de olvido, marginación y expolio de las tierras y recursos de los indígenas por parte del Estado y por particulares, bien apoyados por el primero en muchos casos.
Aunque no justifico ningún hecho de violencia, comprendo su exasperada irritación. ¿Se imaginan cómo hubiesen reaccionado los limeños si el Gobierno hubiese aprobado inconsultamente una norma que permitiese que el 50% más uno de los asistentes a una junta de vecinospudiera enajenar o vender todo el edificio donde están sus viviendas? Lima hubiese ardido en llamas. Para sociedades anónimas, la ley exige una mayoría calificada de 66% de los accionistas para vender un activo que represente más del 50% del capital social; ¿por qué para vender un territorio comunal deben ser menos las exigencias? ¿Los de la selva son diferentes? Otro ejemplo: ¿Aceptaría el Gobierno que el 50% másuno de los miembros de una comunidad fronteriza pudiera decidir sobre su pertenencia a Perú o a Ecuador? Claro que no, eso es diferente, el territorio patrio es indivisible, inalienable (como eran los territorios indígenas para la Constitución del 79).
Pues para los Awajún, Shawi o Wampis, el que una comunidad pueda vender parte de su tierra a una empresa es tan impensable como que el Perú vendiese parte de su territorio a Ecuador…Los cuestionados decretos legislativos no han sido un hecho aislado, sino una cuenta más de un largo rosario de decisiones sobre los pueblos indígenas tomadas sin ningún respeto, consideración ni consulta previa, como si de ciudadanos de tercera se tratase.
¿Hay que recordar aquí que la consulta previa de todo acto administrativo o legislativo que pueda afectar los derechos, bienes, vidas o cultura de un pueblo indígena es un derecho consagrado internacionalmente en tratados internacionales ratificados por el Perú, como es el caso del Convenio 169 (Resolución Legislativa 26253)? La Corte Interamericana ha profundizado en ese derecho afirmando que la Declaración de Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas obliga no sólo a la consulta sino al consentimiento informado, libre y previo, y que éste es obligatorio para cualquier acto estatal que tenga un impacto substancial sobre esos derechos. ¿Lo sabían el Ejecutivo y sus asesores cuando pergeñaron estos D. L.? Me temo que sí, pero subestimaron la capacidad de respuesta y la inteligencia histórica de los indígenas amazónicos peruanos, con el resultado ya conocido: AIDESEP 1, Ejecutivo 0.
Algunos hablan de los inmensos territorios indígenas titulados (unas 10'000,000 ha en la Amazonía peruana en total), que consideran "improductivos", porque los mantienen como bosques y no los han convertido en "desiertos verdes" de palma aceitera o en pastos miserables que cambian una biomasa de 1000 tm por hectárea por media vaca flaca. Pero se olvidan de que cada vez es más evidente que la sabiduría indígena tenía razón: el bosque amazónico debe ser mantenido como bosque, vale más en pie que tumbado, y puede ser una inagotable fuente de riqueza y de servicios, directos e indirectos, si es bien manejado, especialmente en el escenario actual de cambio climático y el mercado de servicios ambientales.
Y también olvidan que los indígenas son muy numerosos -casi 1500 comunidades-, y olvidan que estos pueblos fueron los dueños absolutos de la totalidad de estas tierras por más de 10,000 años, hasta que fueron expropiadas por el Estado peruano, actor reciente en la Amazonía, el que además alentó la invasión por colonos de estas tierras y la explotación inmisericordede estos recursos por terceros, a espaldas de los pueblos que fueron sus dueños... Definitivamente, en la selva llueve sobre mojado.
Este Estado les ha reconocido y titulado, muy recientemente, apenas fracciones irrisorias de estos antiguos territorios, en muchos casos absolutamente insuficientes para garantizar una subsistencia digna de las comunidades, que en buena medida viven de acuerdo al modelo de aprovechamiento de recursos silvestres que sustenta su forma de vida tradicional; esto ha devenido en sobre explotación y escasez de algunos recursos, y en pobreza y desnutrición crecientes, lacras de las que se les considera injustamente únicos culpables.
Para quienes todavía califican a los indígenas amazónicos como el perro del hortelano, que no hace ni deja hacer en sus tierras, resulta incomprensible que se hayan levantado tan ariscamente contra una norma que, oh maravilla, estaba pensada "exclusivamente" para beneficiarles, cuando son tan evidentes detrás de esta iniciativa los intereses de conocidas empresas que pugnan por acceder a grandes extensiones de tierras amazónicas para sembrar biocombustibles y acceder a los promisorios mercados de carbono. Obviamente los amazónicos están muy creciditos para seguir cambiando oro por cuentas de vidrio, como en el siglo XVI. Es curioso que el mismo Estado que considera a los indígenas ciudadanos competentes y capaces para vender sus territorios tradicionales, cuando protestan tiene que recurrir a la teoría de la conspiración y acusarlos de estar manipulados por agentes extraños, ONG maquiavélicas y torvos izquierdistas (es decir, los califica de virtuales infantes incapaces de pensar y decidir por sí mismos). Conozco muchos indígenas, algunos de ellos profesionales egresados de universidades, que tienen un conocimiento de su realidad y del país y una visión de lo que quieren para su pueblo probablemente mucho más lúcida que muchos ministros y asesores del Gobierno… De nuevo el racismo y la doble vara para medir la realidad peruana.
Nadie pone en duda que los indígenas sufren niveles de pobreza y atraso indignos de un estado moderno, y también ha quedado más que claro que aspiran, por supuesto, a un legítimo desarrollo. También es cierto que resulta paradójico que sigan pobres en territorios supuestamente rebosantes de recursos naturales (cosa que no es tal, porque sus bosques y lagos han sufrido largas décadas de saqueo). Esto es difícil de entender desde la costa, donde el modelo productivo es otro, pero también se olvidan de que gran parte de la culpa de este atraso la tiene el Estado, que durante la vida republicana no sólo ha expoliado, sino que ha abandonado a su suerte a los pueblos indígenas, incluyendo aquéllos bajo cuyo pies se han extraído millones de barriles de petróleo.
Los indígenas quieren desarrollarse, pero, como lo han resaltado por activa y pasiva sus líderes, quieren un desarrollo en sus propios términos, a su ritmo, sin perder su cultura y el territorio, que es la base de la misma. Un desarrollo en el que sean protagonistas, no víctimas, como ha sucedido en muchos lugares, un desarrollo querespete su autonomía y libertad. Es un derecho reclamado por todos los pueblos originarios, y reconocido en todo el mundo. ¿Es mucho exigir su respeto en Perú? El territorio y los recursos naturales que contienen es el único patrimonio material que tienen y que puede ser la base para un desarrollo sostenible y armónico con sus tradiciones, idiosincrasia y cosmovisión. He escuchado decir varias veces a algún indígena: "el bosque y la cocha son mi mercado, donde consigo lo necesario para mi casa, si me quitan eso, ¿qué me queda?" Como ellos mismos dicen, los indígenas sin tierra no son nada, se convertirían en un proletariado de tercera categoría, carne de cañón para empresarios sin escrúpulos, como ya ha ocurrido con indígenas aculturados y desarraigados de sus tierras, en Perú y a lo largo y ancho del mundo. Ellos saben muy bien que aunque una comunidad consiguiese un buen precio por una potencial venta de sus tierras (lo cual hay que dudar, por la baja capacidad de negociación que muchas comunidades rurales suelen tener), ese dinero no duraría mucho, y en poco tiempo se quedarían sin cabra y sin soga, pobres proletarios desarraigados de la tierra en la que vivieron sus ancestros.
Como ha escrito el reconocido antropólogo A. Chirif, "la enajenación de sus tierras y el rompimiento de su cohesión social no son formas de encarar la pobreza". Ellos quieren aprovechar y crear riqueza de sus bosques y suelos, pero no recibiendo 20 soles por árbol de cedro o caoba, como ahora, o siendo peones mal pagados de concesionarios forestales foráneos en bosques ajenos, o en plantaciones de palma aceitera sembradas a costa de destruir sus bosques y contaminar sus ríos. Necesitan y quieren que se les capacite y oriente para aprovechar rentablemente los recursos de sus territorios y darles valor agregado, para cultivar especies promisorias y comercializarlascon sello orgánico, para constituir empresas rentables en las que ellos no sean peones, sino también técnicos y directivos. Quieren desarrollo pero respetando su identidad, sus formas de organización y su cultura, respetando el bosque y el río que son la base de su forma de vida, y siendo ellos protagonistas, no convidados de piedra en unbanquete en el que otros se llevan el pedazo grande de la torta mientras ellos sólo ven las migajas.
¿Es posible esto? Por supuesto. Existen numerosas experiencias de pueblos indígenas que, manteniendo la integridad de sus territorios, y conservando en buena medida sus culturas, aunque integrados social y económicamente al mundo moderno, han logrado unos niveles de desarrollo muy respetables. Me vienen a la memoria los Kuna en Panamá y los Otavalo en Ecuador, pero hay muchos más. Este desarrollo que llamaríamos "endógeno", armónico con el medio ambiente, y con su forma de ser y vivir, es posible que no sea tan "rentable" ni rápido como el que propugna el actual modelo económico neoliberal, y quizás no contribuya tanto a engrosar la "macroeconomía", las exportaciones y el PBI, índices que tanto gustan al Ejecutivo… Pero será un desarrollo mucho más ético, justo, inclusivo y equitativo, y respetará ladignidad, la identidad y la cultura de pueblos que merecen ese respeto.
Diversos proyectos que han impulsado el IIAP y algunas ONG en los últimos años en la Amazonía norperuana, especialmente en algunas zonas de la Reserva Pacaya - Samiria, del Nanay y del Tahuayo, demuestran que las comunidades amazónicas pueden mejorar substancialmente su calidad de vida manejando sosteniblemente sus recursos, conservando la biodiversidad y sin destruir sus ecosistemas.
En otros países amazónicos hay experiencias similares. Muy pocas en Perú, a decir verdad, que yo sepa, han sido impulsadas por el Estado. ¿Resulta extraño que los indígenas desconfíen tanto de un Estado del que han recibido tan pocos beneficios y tantos palos?